Al cabo de un mes, en el que los ojos de los creyentes de todo el mundo estuvieran puestos en el Vaticano, sede de la reunión del Sínodo de la Sinodalidad, parece más claro el rumbo de la iglesia del papa Francisco.
Trescientas sesenta y cinco personas, entre ellas obispos laicos y mujeres por primera vez con derecho a voto, aprobaron con una amplia mayoría un documento final de unas 40 páginas.
Los que temían fuertemente que de este Sínodo salieran cambios en la doctrina sobre temas candentes como la bendición a las parejas del mismo sexo, la aceptación de todas las orientaciones sexuales, los sacramentos a los divorciados vueltos a casar, el celibato sacerdotal o el sacerdocio femenino, sintieron alivio.
Los que esperaban esos cambios quedaron decepcionados. La iglesia que sale de este encuentro es una iglesia seguramente decidida a abrir sus puertas a todos, a ser acogedora, marcada por el servicio y no el poder, a ser misericordiosa y muy cercana a las personas más desamparadas y frágiles, a todas las pobrezas y a las víctimas de cualquier tipo de violencia, pero una iglesia que por ahora mantiene puntos firmes en su doctrina, aunque con aperturas a nivel pastoral.
Esta iglesia escuchó a mujeres que lamentaron que la Iglesia sea hiriente por su machismo y su clericalismo y el uso equivocado del poder. Todos aceptaron que a futuro las mujeres ocupen puestos de mayor responsabilidad, pero el artículo que recibió más votos en contra, 69 y 277 a favor, fue el relativo al acceso de las mujeres al diaconado. Se estableció seguir estudiando este punto a nivel teológico, teniendo en cuenta los resultados de las comisiones ya creadas por el papa Francisco. Tampoco se llegó a algún cambio en el tema del celibato sacerdotal.
Había mucha expectación por lo que se refiere a temas relativos a la esfera de la orientación sexual. Quedó claro que la Iglesia debe respetar la dignidad de todas las personas, acogerlas y acompañarlas, pero también se aclaró que «escuchar no significa abdicar de la claridad a la hora de presentar el mensaje de salvación del Evangelio, ni respaldar ninguna opinión o postura». Se afirmó que la Iglesia debe rechazar etiquetas o prejuicios, consciente de que, a veces, las categorías antropológicas que hemos desarrollado sobre cuestiones como «la identidad de género y la orientación sexual» o «situaciones matrimoniales difíciles», resultan insuficientes «para captar la complejidad de los elementos que surgen de la experiencia o de los conocimientos de las ciencias, y requieren un perfeccionamiento y un estudio más profundo». Por eso, no pueden afrontarse con «juicios simplificadores que hieren a las personas y al cuerpo de la Iglesia». Llamó la atención que en el documento final desapareciera la mención del colectivo LGBTQ, presente en el documento preparatorio. En entrevista, el cardenal Carlos Aguiar Retes, Arzobispo de la Ciudad de México y Presidente delegado del Sínodo de la Sinodalidad, explicó que no se quiso etiquetar para no encasillar el respeto a las personas en opciones concretas. Por lo que se refiere a la bendición a las parejas del mismo sexo, comentó que se puede bendecir a las personas, pero no se puede bendecir una unión.
La iglesia que salió de este Sínodo estima que si se utiliza la doctrina con dureza y una actitud sentenciosa, se traiciona al Evangelio, pero sí practica una misericordia barata que no toma en cuenta las enseñanzas de la Iglesia, no se transmite el amor de Dios.
Un tema importante ha sido el de la escucha verdadera de todo tipo de abuso, especialmente el abuso sexual a menores y el abuso de poder, y se mencionó especialmente la responsabilidad del obispo.
Una parte importante del documento está dedicada a la cercanía con los pobres, los migrantes, los refugiados, todas aquellas personas que deben huir del hambre y de la guerra porque la iglesia de Francisco quiere ser una iglesia para los pobres.
Los 365 participantes volvieron a sus diócesis y tendrán un año entero para profundizar en las líneas trazadas en el Vaticano. La segunda parte de este Sínodo tendrá lugar en octubre del 2024, y probablemente en esa ocasión se den respuestas más contundentes a los interrogantes de los creyentes del mundo entero sobre temas controvertidos dentro y fuera de la Iglesia.