Raquitismo en las expectativas de crecimiento económico global Europa como acelerador negativo en el cambio

Luis A. Sepúlveda MERCADOS FINANCIEROS

Europa como acelerador negativo en el cambio

La situación geopolítica que está viviendo Europa en lo relativo a la invasión Rusa a Ucrania está generando una crisis energética que no sólo amenaza la economía europea, también amenaza con desestabilizar el nivel general de precios de los energéticos en el resto del mundo, el verano ha traído más que temperaturas altas se ha dejado venir la peor sequía de los últimos quinientos años gestándose así una crisis energética sin precedentes.

Los precios del gas natural en los mercados financieros registraron nuevos máximos por encima de los 297 dólares/megavatio por hora, valores 15 veces superiores al promedio histórico.

Los precios que cotizan los mercados de futuros para 2023 se dispararon en agosto un 50% con respecto a julio, hasta por encima de los 195 USD/megavatio por hora. Sin duda, la persistencia de la crisis energética impactará en las perspectivas de crecimiento global, con Europa en el epicentro de la tormenta.

Con la finalidad de atenuar su impacto sobre la economía, a los esfuerzos de reducción de demanda ya anunciados por los Estados miembros de la UE, se sumarán próximamente medidas de reforma en los mercados de electricidad europeos, con el objetivo de desacoplar los precios de la electricidad de los del gas. En este contexto, el indicador compuesto PMI de actividad global se situó en 50.8 en julio, su nivel más bajo en dos años, acercándose así a la zona de contracción.

De este modo, este mes de septiembre que finalizó y las cifras de todos los indicadores de crecimiento global conocidas hasta el momento, están haciendo que todos los analistas tengan un proceso de revisión de las principales previsiones macro financieras.

El nuevo escenario vislumbra menores tasas de crecimiento económico, mayores inflaciones y un ritmo de subidas de tipos más acelerado para las tasas de interés de los bancos centrales.

A pesar de que se presentaron datos alentadores de crecimiento en el primer semestre en la zona euro, contrastaban con la incertidumbre de la recesión en Estados Unidos, antes de la tormenta energética ocurrida en agosto, los indicadores de actividad del 2T mostraban una economía europea resiliente. El PIB de la eurozona creció un 0.6% en el 2T 2022 con respecto al trimestre anterior (+3.9% interanual).

Entre las mayores economías de la región, el PIB fue especialmente sólido en Italia (+1.0% Inter trimestral) y España (1.1%), más moderado en Francia (0.5%) y débil en Alemania (0.1%). Por otro lado, tanto en el Reino Unido como en EE. UU. el PIB se contrajo un 0.1% en el 2T, incluso situando a la economía estadounidense en territorio de recesión técnica, con dos trimestres de contracciones seguidos.

Sin embargo, tanto la fortaleza del mercado de laboral, la tasa de paro se mantuvo por debajo del 4% como la descomposición del crecimiento las caídas se han concentrado en la variación de existencias y en la inversión residencial, siguen sugiriendo un cuadro macroeconómico no recesivo o más bien gracias a esos elementos la FED ha podido defender su discurso de que la economía no ha caído en el supuesto recesivo. De cara a la segunda mitad del año, no obstante, la crisis energética junto al nuevo ciclo de subidas de las tasas de interés traerá más vientos en contra de la economía global.

En efecto se prevé un último trimestre del año complejo, la debilidad de la economía europea ante la crisis energética ya es visible en los indicadores de actividad disponibles para el 3T 2022. El PMI compuesto para la eurozona cayó en agosto hasta los 49.2 puntos, tras haberse situado en los 49.9 puntos en julio, ambas mediciones consistentes con una ligera caída de la actividad ya en el 3T.

En particular, en Alemania, el PMI compuesto se sitúa de forma clara por debajo del umbral de los 50 puntos por segundo mes consecutivo (47.6 en agosto, su valor más bajo desde junio de 2020), y el indicador IFO (índice de clima empresarial alemán) de agosto se mantuvo en niveles muy bajos (88.5 puntos). El deterioro de la actividad económica en la eurozona es particularmente visible en el sector industrial, si bien el reciente impulso del sector servicios que se levantó después de disminuir la fuerza de la pandemia ya da algunas señales de agotamiento. Por otro lado, el índice de sentimiento económico de la Comisión Europea sugiere un fuerte deterioro de la actividad en toda Europa del Este.

Por su parte, en Estados Unidos, los indicadores más recientes son algo más mixtos: el indicador empresarial PMI compuesto se situó en los 45.0 puntos en agosto (vs. 47.7 en julio), pero los índices ISM fueron positivos en verano y también lo fueron los indicadores del mercado de trabajo.

Por su lado China, la segunda mayor economía del mundo y atendiendo el tema global del cambio en perspectivas, también está padeciendo sequía y estancamiento en sus indicadores, entre el agudizar de la crisis en el sector inmobiliario, el continuo impacto de la política COVID cero y una de las mayores sequías en el país desde que hay registros, China no da señales de recuperación. Tras una contracción del 2.6% del PIB en el 2T, que llevó el crecimiento interanual al 0.4%, los datos de actividad disponibles para el 3T sugieren que la economía china está muy lejana al dinamismo al que nos había acostumbrado en las últimas décadas.

En este sentido, y retomando el tema con el que inicié el artículo, el reciente repunte de los futuros del gas en Europa (anticipan un cierre prolongado del suministro procedente de Rusia) y la sensación de que el BCE acelerará la subida de tipos de interés para alcanzar rápidamente la zona neutral están cambiando las hipótesis de partida de los escenarios económicos.

Todo ello provocará una nueva ronda de revisiones a la baja en las previsiones de crecimiento económico en las próximas semanas por parte de la mayoría de los analistas de coyuntura. Con el euríbor a 12 meses aproximándose al 2% con +2.35 pp en lo que llevamos de año, la inflación superando el 9% y unos precios del gas moviéndose en la banda de los 145-196 dólares por megavatio en los próximos meses, se hace difícil no pensar en caídas de la actividad de manera global, al menos en el semestre que va de octubre a marzo.

En el ámbito de los bancos centrales, el desafío será calibrar la dosis de endurecimiento monetario necesaria para reducir la inflación en economías que ya están en plena fase de desaceleración.

Es relativamente fácil enfriar una economía recalentada con inflación de demanda y no tanto dominar una inercia alcista de precios causada en buena parte por problemas en el lado de la oferta, cuando la actividad pierde válvula de escape a marchas forzadas.

De momento, después de las dudas de 2021, ahora los bancos centrales están acelerando para recuperar grados de libertad y situarse al menos en zona monetaria neutral antes de finales de año, aunque ello conlleve un importante sacrificio en términos de crecimiento.

 El problema en circunstancias como las actuales es que existe un riesgo tanto de pasarse como de no llegar, lo que exigirá en los próximos meses una importante flexibilidad, así como una adecuada política de comunicación. El panorama no pinta alentador y ya estamos a la espera de las predicciones para este 2023 que dicho sea de paso nos invitan a tener esperanza para recibir lo peor con la mejor cara.