La vida es un instante

COACHING

Todos nos vamos a morir y cuando nos llegue el momento nos iremos de este mundo tal y como llegamos, sin absolutamente nada.

A diferencia del bebé que nace y que tiene una vida completa por delante, los que se van, se quedan sólo con sus memorias y dependerá de cada quien cómo es que llegará al tan ineludible momento que significa la parte final de nuestra misión en esta tierra.

Y es que a la muerte no hay que temerle, es más inteligente darle su lugar a cada uno de los momentos que componen nuestro tránsito por el mundo mientras estamos vivos y aprendemos a valorar la magia de despertar cada día y toparnos con lo inesperado, además de poder maximizar nuestro día.

Nuestra vida es la consecuencia de la toma continua de decisiones, errores, aciertos y lecciones aprendidas y si nuestro interés primordial es la realización económica, las horas que invirtamos procurando amasar una fortuna, necesariamente nos alejarán de otras cuestiones esenciales como el desarrollo personal, o la posibilidad de gozar de estabilidad emocional.

Trabajar sin descanso nos va a afectar, y si nuestra mente y cuerpo no están en armonía, las enfermedades comenzarán a brotar como corrosiva e inminente respuesta a nuestra rutina habitual; la adicción al teléfono celular nos aleja de la posibilidad de cultivar nuestras relaciones en proximidad y en un sinfín de ocasiones lo revisamos a diario, fomentándonos el hábito de la toxicidad digital.

Más que nunca, debemos hacer un alto para trabajar en favor de un balance de vida, buscando espacios para permitirnos existir en silencio y tranquilidad con nosotros mismos, procurando tener una muy importante higiene mental, la cual a la larga nos generará la ansiada dosis de paz para tomar decisiones importantes con mayor claridad, mismas que van mucho más allá de la elección de todos esos bienes materiales que son más distractores y paliativos que elementos esenciales para vivir.

Generar un tiempo para aprender a guardar silencio y buscar en nuestro interior cuál es nuestra verdadera misión por lo menos una vez a la semana, puede convertirse en un sano ejercicio cuyo objetivo es centrarnos y reflexionar sobre el establecimiento de prioridades, y una vez que tengamos el panorama menos contaminado, establecer metas claras y trabajar sobre ellas para realizarnos.

Nuestros esfuerzos valdrán la pena en el momento en el que los resultados nos brinden satisfacción, pero sobre todo la tranquilidad necesaria para que al momento de cerrar los ojos por siempre, nos vayamos en paz.