Mi viaje al interior

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El encontrarme en mi interior, simula a un cuarto silencioso en donde sólo me escucho a mí mismo. El estado ideal de la conciencia, el contacto exacto con el ahora, sólo existo yo. Me exploro y veo la película de mi inconsciente, vaya contenido, ¡hay de todo! Es una máquina perfecta que marca mi manera de comportarme y que no me permite entender mi sentir. Ahí están todos los escenarios llenos de utilería para mi obra diaria, permitiéndome elegir en cuál de todos la vivo.

Del gran almacén, tomo el recuerdo que me acompaña en ese instante para coordinar mis acciones, cada escenario tiene su departamento de vivencias y se alimenta de mi vida diaria.

En mi interior exploro mis miedos, mis anhelos, mis heridas, el porque de mi comportamiento, entiendo con claridad mi sentir ante cada acción y reacción, veo a aquellas personas que marcaron mi vida para bien o para mal.

 Cada individuo vive en su propio escenario, ¡ahora entiendo! Veo con claridad el porqué llegaron a mí, dejo de verlos como recuerdos de felicidad o tristeza y los veo como parte de la construcción para la base de mi vida.

Los dejo de ver con anhelo, coraje o felicidad, para verlos como alimento, como materia prima y como los cimientos de lo que ahora soy.

El viaje empieza y tengo varios escenarios por descubrir, yo decido a cual entrar primero, pero tengo que entrar a todos.

Estoy emocionado por tanta información y decido seleccionar al escenario que guarda, ¡TODO LO QUE DEJE DE HACER! Aunque lo deseaba, no tuve el coraje para hacerlo. Una por una veo las heridas que aquello me dejó, así como la desidia alimentó el banco de aquellas marcas. Un beso, un baile, un sueño, un detalle, una palabra, un pedir perdón, un gesto de admiración, una llamada telefónica, una visita, tantas cosas sin hacer.

Decido ahora realizarlas y dejar de lamentarme por no haberlas hecho, de ésta manera limpio el escenario dejando ir el dolor que me causaba la inacción pasada. Me siento mucho más ligero.

Ahora me encuentro con el escenario de LO QUE NUNCA DIJE, desenrollo todas las frases de amor y agradecimiento que no fui capaz de expresar, veo como hubieran sido recibidas por tantas personas a las que nunca llegaron… algunas de ellas ya no están.

Toda la admiración que sentía por esa y aquella persona, el amor que percibía y demostraba lo contrario, lo que me gustaba esa persona, lo que disfrutaba de su compañía, lo que me daba seguridad, todo el agradecimiento que les tenía y que nunca se los dije. Todo eso llena el espacio que corresponde a no haberlo dicho, se encuentra en mi interior, vive en mi interior, pero ya no caben más rollos, por lo que ahora los limpio, los desaparezco para que ya no existan. Nunca más dejaré de decir lo que siento, porque quizás no tenga más tiempo para decirlo, me desprendo de un peso más y sigo navegando en el viaje.

Veo un escenario muy grande y poderoso, me acerco, entro y observo un gran parque de diversiones con juegos extremos, largas subidas y peligrosas bajadas, lugares iluminados, otros obscuros. Siento un vacío y creo que estoy entendiendo, es LO QUE HICE MAL, ¿mal?, ¿para quién? Veo de mis acciones, algunas que aunque con gran esfuerzo nunca llegaron a trascender, se convirtieron en parte de mi recorrido para seguir avanzando. Más adelante, veo las acciones que he cargando con mucho pesar.

Debajo de una nube negra se encuentran aquellos actos que dañaron a otra persona y que no me lo he perdonado, quizás esa persona tampoco, pero me doy cuenta que eso me tocaba vivir en su vida, siendo yo, la herramienta para su crecimiento. Ya no lo veo con pesar, ahora lo veo con aceptación, porque sé que cumplí con mi papel.

Entiendo ahora, que mucho de lo que pensé que estuvo mal, fue necesario para trazar el camino. Borro entonces dicho pensamiento, teniendo claro que lo que hice no necesariamente estaba incorrecto y dándome tiempo para entender mejor el porqué tome esa decisión.

Estoy tan ligero, que decido dejar de ser un viajero e instalarme en consciencia plena del momento.