El diluvio que viene

ECONOMÍA Juan R. Palacios

Decía mi Abuelita Alicia Viuda de Chapa y Viuda de Rodríguez, “esto también pasará”.

Sin embargo no alcanzamos a ver la luz al final del túnel, ni el tan necesario respiro de aire a bocanadas, después de estar sumergidos en el abismo.

La pandemia, la crisis gubernamental, inflación, la crisis ecológica, la extinción de fideicomisos, la crisis histórica de inseguridad, la falta de agua en Nuevo León, y los pésimos indicadores económicos, NO nos hacen preguntarnos cuando por fin va a llover, sino ¿ cuándo va esto a terminar ?.

Para tratar de contestar una parte de esta pregunta, tendríamos que remontarnos a la aceptada definición de la Teoría económica, misma que parte del supuesto, que el consumidor es racional.

Desde ahí ya vamos mal. Por ejemplo, el promedio de CONSUMO del papel de baño en el MUNDO es de 42 millones de toneladas al año. Y sin embargo, cuando comenzó la crisis por pandemia en el 2020, solo México, contribuyó con la compra de pánico en el período de Marzo a Abril del mismo año, de 983 toneladas de papel de baño.

De hecho, creo que hay familias en Nuevo León, que dos años después de ese consumo masivo en el Costco, aún no se lo acaban.

Estas compras de pánico, son precisamente lo que desestabilizan parte de la economía. Comprar 3 licuadoras porque “están en descuento”, le envían un mensaje al productor, que se rige por la ley de la oferta y la demanda. ¿Resultado? Aumenta el precio del bien, producto o servicio en cuestión.

Palabras más o palabras menos, si la masa cree que un banco local va a quebrar y deciden en jauría, más que en rebaño, sacar su dinero, en efecto, el banco puede llegar a quebrar.

 Especifico que estas conductas crean inflación, aunado al hecho que lo países con la peor inflación son de régimen dictatorial. Según CNN, en 2022, la inflación más grande en el mundo proviene del discurso del “bienestar” y las políticas públicas y económicas implementadas por dictadores en sus respectivos países, lanzando una señal de alerta y moraleja precautoria.

Como masa pensante y coherente, podríamos vivir en la democracia económica perfecta. Donde nos queda claro que la adquisición de un bien, producto o servicio está basado en la utilidad y necesidad que tenemos sobre el mismo.

 El trabajo, en combinación con los demás factores de producción, crea productos; pero el valor del producto depende de su utilidad. La utilidad de cada producto, bien o servicio, depende de la valoración del mismo, individual y totalmente subjetiva.

 El trabajo, la chamba o el empleo, por el empleo mismo, no tiene sentido económico. Lo que importa en sí, es la creación de valor. De este valor agregado que generan para la economía. Y para que sea útil, un producto debe crear beneficios para el consumidor.

El valor de un bien existe independientemente del esfuerzo por producirlo. Dependerá entonces de las atribuciones que cada uno de nosotros le demos a las cosas y que, según la teoría, disminuye su atractivo o lo que estemos dispuestos a pagar por ellos, con el tiempo.

Por ejemplo, por la urgencia y emergencia, estaríamos dispuestos a pagar 200 pesos por un garrafón de 20 litros, pero el segundo y el tercero, para el consumo de ese día, no sería factible adquirirlo a ese mismo precio. Primero porque estamos ya saciados para ese día, segundo porque bajaría nuestra urgencia y el valor en dinero que le daríamos a ese garrafón y finalmente, el lucrar con la crisis y el dolor ajeno es una práctica inmoral y mal vista, pero altamente redituable y enriquecedora para quien controle los medios de producción.

La riqueza de una persona existe en su acceso a los bienes y servicios que desea, mientras que el dinero sirve como un instrumento de intercambio. El valor real del dinero consiste en su poder de adquirir lo que urge, quiere o necesita. Por consecuencia, la nación en su conjunto no puede aumentar su riqueza aumentando sus existencias de dinero.

Y sin embargo, a pesar de haber presumido y proclamado que no tendríamos políticas monetarias poco sanas, los hechos amparan que el pasado 28 de Julio del 2021 desapareció el Fondo de Desastres Naturales para ayudar a los mexicanos afectados por fenómenos naturales.

Entiéndase nos quedamos sin lana para afrontar eventos al azar, como sequías, inundaciones, terremotos y demás desastres.

 Aún así, en lo que va de este sexenio se han solicitado 9 créditos por un monto cercano a los 4 mil 600 millones de dólares. El último crédito solicitado estriba en 700 millones de dólares, ligados no solo a “simplificar el ambiente de negocios para las micro y pequeñas empresas”, sino también para “el desarrollo de mecanismos financieros para garantizar el apoyo en caso de desastres naturales”.

 En resumen, más deuda. Que tendremos que pagar cada uno de los mexicanos.

 La cascada de problemas sigue y sigue. Y salimos de una para entrar en otra. Pero no dudo que de esta también podremos salir. Ya falta menos.

Al final del día, el precio que se paga por el amor, es la pérdida. El precio que se paga por el éxito es la crítica. El precio de la felicidad es el alimento del ego. Y nunca podremos ganar algo si no prescindimos de los servicios de otra cosa. Esa, compadres, comadres, amigos, hermanos, es la naturaleza del cambio.

Recuerda: No hay crisis que aguante 20 horas al día de trabajo.

 Y como decía mi Abuela Alicia (Q.E.P.D.), “esto, también pasará”.