Pocas veces escuchamos latir a nuestro corazón, sólo en alguna revisión médica a través de un estetoscopio o quienes utilizan monitores cardiacos para ejercitarse le dan peso al sonido de este maravilloso músculo que rivaliza en la toma de decisiones con otro brillante componente de nuestra anatomía que es el cerebro.
Dependiendo de nuestra educación y genética, hay quienes le hacen mucho más caso al corazón que a la parte racional operada por la materia gris, y por sobre analizar se pierden de momentos maravillosos, inhibiendo acciones y deteniéndose antes de vivir aquella experiencia importante que les podría cambiar la vida, es ahí donde aparece la pasión y cada quien encuentra su modo de manejarla.
La vida de muchos profesionistas es absolutamente lineal, al trabajo lo vemos como una vía de realización económica y muy pocas veces le damos la oportunidad de que se convierta en un medio de transformación personal, pero cuando cambiamos nuestra óptica ante las tareas diarias que desempeñamos y le tomamos gusto a lo que hacemos, el panorama cambia y empezamos a sonreír más a menudo, es entonces cuando podemos decir que nos apasiona lo que hacemos.
Estoy convencido de que el enorme diferenciador entre los seres exitosos y el resto de la gente es la pasión, algunos opinarán que la escolaridad o la inteligencia y está bien, pero un ser apasionado también es tenaz y disciplinado y siempre tendrá la fuerza de plantearse ambiciosos objetivos y mediante ese motor, lograrlos cumplir.
A veces nos encontramos con la compleja disyuntiva del Ying y el Yang, sin saber a quién seguir, ¿será el corazón o el cerebro lo que rija nuestra vida? Esa respuesta es sumamente personal, y tan diversa como las opiniones que existen en torno al riguroso control emocional.
Al apasionarnos nos involucramos, suspiramos y transpiramos por lo que buscamos consolidar, es cuando el corazón literalmente nos habla y nosotros escuchamos su sonido percusivo, la sangre corre más rápidamente por nuestras venas y nos emocionamos; estamos realmente viviendo y no nos damos cuenta.
Trabajar en lo que nos apasiona se convierte en un deleite y aminora el esfuerzo porque es una actividad que nos engancha y hace que nos enfoquemos, entregándonos por completo y por ende, dando los mejores resultados posibles.
No mostremos oídos sordos ante el llamado de la pasión, dejémonos provocar por ella, caigamos en sus embelesos tan frecuentemente como podamos, comprendiendo que la vida es una, es efímera e irrepetible y mejor vivirla a que alguien nos cuenten de todo lo hermoso que hay en ella y que temimos disfrutar.