Están agazapados . Esperan el momento para dar el golpe certero. El terrorismo del estado islámico está callado, sospechosamente callado en una Europa, más preocupada por salir de la crisis y por la invasión de Ucrania por parte de Rusia.
Sin embargo, sus golpes han sido tan precisos cómo la mano del cirujano con su bisturí. No hay más que recordar los atentados de la sala Bataclán en París, los atropellos masivos en el Paseo de los Ingleses en Niza o en las calles de Berlín en plena Navidad. Por supuesto también el de Copenhague o los de Londres.
Recuerdo con especial dolor el atropello masivo ocurrido en las Ramblas de Barcelona y por supuesto las bombas que aquellos indeseables colocaron en los trenes en Madrid. Fui de los primeros reporteros en llegar a la estación de Atocha. No puedo olvidar cómo sonaban los móviles en los trajes de las víctimas con sus cuerpos destrozados por la metralla. No dejaban de sonar. Eran las familias que buscaban desesperados a sus seres queridos porque sabían que estaban en aquellos trenes. Rezaban porque les contestaran, aunque ya nunca más lo hicieron. La bomba de los canallas se los había llevado por delante.
La pandemia nos golpeó a todos. También a ellos. Gracias a las fuerzas de seguridad de los diferentes estados europeos y a su coordinación se pudieron abortar muchos atentados. Lamentablemente aprendimos a fuerza de golpes. Sin embargo, eso no quiere decir que los terroristas no tengan operatividad. Sólo esperan el momento adecuado y lo tienen, a pesar de que cada vez sea más difícil.
España es un punto prioritario para ellos. El antiguo Al Ándalus perteneció durante ochocientos años al islam y tienen meridianamente claro que lo van a recuperar. Por eso España es un punto prioritario y desde ahí “conquistar” el resto de Europa. Ya lo están haciendo. El antiguo presidente de Argelia Houari Boumédiène lo dijo en su momento “reconquistaremos el Occidente y lo haremos a través del vientre de nuestras mujeres”. Ya es una realidad. Es un tema de tiempo y paciencia.
