LA EUROPA DE LOS REFUGIADOS

ACTUALIDAD

La casa, la morada. Ese lugar dónde uno quiere pasar su vida, y tal vez dónde uno quiere morir haciendo el balance de lo que le quedó por hacer. Por eso nadie quiere marcharse de su casa salvo  que no le quede más remedio.

Son ellos, los refugiados ucranianos que tuvieron que marcharse a la fuerza, que dejaron todo, su casa y sus recuerdos, sin saber realmente si algún día volverán.

 Son bellos, los grandes olvidados, los que jamás pensaron ni por la antesala de la imaginación que sus vidas quedarían enlodadas en el fango sórdido de una frontera que no es la suya; ellos, esos marginados con los que nos solidarizamos desde los confortables sofás del sillón de casa resguardados por los mullidos cojines, mientras vemos en las noticias el infierno que están pasando.

Cualquiera de nosotros pudiera ser uno de ellos. Eso no podemos olvidarlo. Por eso, hay que entrar en su piel. Todo esto lo arrogamos como algo nuestro, lo normalizamos sin pensar que no es normal, que, incluso su sufrimiento es debido a otros y no a ellos.

Europa tiene claro que debe protegerles, que cobijarles. No importa el tiempo que sea, que será largo. Es ahora cuando vamos a ver lo generoso que puede ser el Viejo Continente. Es ahora cuando vamos a ver el sentido que tienen las palabras “libertad” y “democracia”. Esas palabras que creamos en Europa como el adalid del resto del planeta. Esa Europa, la de Aristóteles, Sófocles o Platón, la de los enciclopedistas y la Ilustración; esa Europa de la Revolución Francesa, la de los artistas geniales – Donatello, Rafael, Servet o Picasso – ; la Europa de los literatos más universales; esa Europa es la que tiene que demostrar que todo ese enorme acervo cultural, ancestral, tendrá que aplicarse a la ayuda y prevención de todos estos olvidados. Si no lo hacemos no habremos entendido nada de nuestra antigua y maravillosa cultura.

No va a ser fácil. La permanencia en suelo europeo de estos cerca de cinco millones de refugiados va a cimbrar el propio estado del bienestar del que tanto nos jactamos los europeos. Sí, ese en el que llegamos a final de mes, tenemos una sanidad y una educación universal. Todo eso cuesta mucho y tantos millones de refugiados pueden romper ese equilibrio.

¿Está Europa preparada para este reto? No le queda más remedio a menos que volvamos a ver el abismo del ser humano. Esperemos que no. El tiempo lo dirá.