El peligro de una guerra nuclear

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Vamos para el año de una invasión que se convirtió en guerra. Cuando el 24 de febrero Vladimiro Putin optó por la acción más violenta, no pudo imaginarse que casi un año después sus soldados seguirían enlodados en un conflicto que puede tardar más de lo que nos imaginamos.

Es verdad que, desde el punto de vista económico, Rusia tiene todas las de ganar, al menos a corto plazo. Ser el dueño del gas que nutre Europa le convierte en el rey de la partida de ajedrez. La inflación cabalga por Europa gracias, entre otros motivos, a que el precio del gas, el petróleo y la electricidad se ha multiplicado. La economía europea no se mueve y eso da lugar a un enfriamiento y lo que es peor, a un goteo de destrucción de puestos de trabajo que está minando a muchas familias europeas.

En el campo de batalla el presidente ucraniano Zelenski ha pasado a la contra ofensiva. La optimización del uso del armamento que le suministra la OTAN ha revertido los papeles y, con paciencia de joyero, va reconquistando muchas de las posiciones que perdió en el Donbass.

Rusia lo tiene complicado. Los trescientos mil reservistas que tendrán que ir al frente de batalla, no lo van a hacer en un día. Requiere tiempo. Hay que entrenarlos y concientizarles que van a una guerra a “luchar por el país”, algo que cada vez resulta más difícil de digerir. Necesitarán por lo menos y siendo optimistas un mes para entrar en el campo de batalla.

Por otra parte, los referendos que buscan legitimar la anexión del Donbas – la zona este de Ucrania – son completamente ilegales y no los reconoce gran parte de la Comunidad Internacional. Putin está acorralado y así se siente. Por eso tenemos que tomarnos en serio las amenazas nucleares que está planteando. El Donbass sería su objetivo y no es descartable el lanzamiento de ojivas nucleares.

Pudieran ser armas nucleares “tácticas” con un kilotón o algo menos. Este “inofensivo” armamento nuclear equivale a mil toneladas de dinamita. Las consecuencias podrían ser terribles pero no devastadoras. Con ello lo que Putin estaría buscando es poner a Zelenski y a la ciudadanía ucraniana contra las cuerdas para que no les quede más remedio que rendirse.

Pero cuidado. Hasta ahora la respuesta de la OTAN ha sido tibia, pero las reglas del juego podrían cambiar radicalmente. No sería una afrenta a Ucrania, ni a la Unión Europea, ni al propio Estados Unidos. Lo sería para todos. Por ahí no creo que la OTAN pasara. Una guerra convencional afecta a los dos países, a Ucrania y a Rusia. Una escalada nuclear puede afectar a todos.

Pero además, el Tratado de No Proliferación firmado en los años sesenta para frenar la posibilidad de que hubiera una carrera de los países para armarse con armas atómicas, quedaría completamente roto. Ese Tratado de No Proliferación que representa una biblia en temas nucleares podría quedar como agua de borrajas y entonces entraríamos en una escena nueva donde “todo vale”. Putin sabe todo eso, pero aun así puede pasar.