Francisco, continúa por su camino

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Nadie se hubiera esperado que después del fallecimiento del papa emérito Benedicto XVI, se asistiría a un giro sorprendente del papa Francisco acerca de la de posible renuncia de un papa.

Desde el primer día del pontificado, Francisco afirmó que el papa emérito con su decisión había abierto un camino, una puerta, que cualquier papa habría podido seguir su ejemplo, y que así como en el pasado no había obispos eméritos porque no muchos superaban los 75 años de edad, ahora nada impedía que también la figura del papa emérito se volviera algo “normal”.

Durante diez años, Francisco habló de una posible renuncia en el caso de que sus condiciones físicas o mentales le impidieran gobernar, aunque aclaró repetidamente, hasta hace unos días, que por el momento no tenía ninguna intención de hacerlo.

Explicó que al principio de su pontificado entregó una carta al entonces Secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone, con su renuncia en caso de que se diera ese impedimento a seguir al mando de la Iglesia, pero, sorpresivamente, al responder a unas preguntas muy directas de un grupo de jesuitas con los que mantuvo un encuentro durante su último viaje a África, por primera vez afirmó que la dimisión de un papa no debe “convertirse en algo como una moda, algo normal”.

También por primera vez, desde su elección, afirmó que en su opinión “el ministerio del papa es ad vitam”, es decir, por toda la vida. “No veo ninguna razón para que no sea así”, añadió, “considerando que la tradición histórica es importante”.

El interrogante es: ¿por qué el papa Francisco cambió de opinión? Hay quienes estiman que con Benedicto XVI en vida, por respeto a su histórica decisión, se dijo de acuerdo con la misma.

Otros consideran que después de 10 años de convivencia entre un papa reinante y un papa emérito, Francisco entendió lo complicado e “innatural” que ésta convivencia puede resultar. Si bien mantuviera una buena relación humana con su predecesor, al que definía “un abuelo sabio en casa”, el fallecimiento de Benedicto XVI evidenció fracturas teológicas y muchas incomprensiones.

El papa emérito se volvió el símbolo del grupo opositor de Francisco, y en las últimas semanas esta situación ha quedado de manifiesto en la publicación de diferentes libros. El primero: “Nada más que la verdad”, fue el del secretario del papa emérito, monseñor Georg Gaenswein, que deja claramente entender que Benedicto no compartía todas las decisiones de Francisco, y que específicamente su decisión de limitar la misa en latín “le destrozó el corazón”. Siguió la publicación de un libro póstumo de Benedicto XVI “¿Qué es el cristianismo?”, y un libro entrevista del cardenal alemán Gerard Müller, quien fuera Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

El cardenal, considerado “conservador”, habla abiertamente de confusión doctrinal en el pontificado de Francisco, sobre todo en relación a la doctrina moral de la Iglesia, y afirma que “lamentablemente son tantas las personas que se consideran heridas en este pontificado” por diferentes causas.

Francisco, sin embargo, continúa por su camino. Apenas un mes y 21 días después de la muerte de su predecesor, volvió a intervenir para restringir la celebración de la misa en latín, que deberá ser autorizada, caso por caso, exclusivamente por el Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Todo hace creer que “la guerra” entre el papa y los grupos más conservadores continuará.