Italia y Europa enfrentan su peor crisis migratoria desde 2015/2016, cuando desembarcaron en las costas europeas más de un millón de migrantes. Según datos del Ministerio del Interior de Italia, desde el inicio del año llegaron a las costas italianas más de 132.000 migrantes, lo doble de la cantidad que llegó el año pasado en el mismo periodo, y el triple con respecto a 2021. Tan sólo de enero a mayo de este año, llegaron a Italia 49.000 migrantes.
En el espacio de apenas tres días, a mediados de septiembre desembarcaron en la isla de Lampedusa, frente a Sicilia, y a tan sólo ciento cincuenta kilómetros de las costas de Túnez, diez mil migrantes. En 2015 llegaron a Italia 115.000 migrantes, pero solo el ocho por ciento desembarcó en Lampedusa. Este año desembarcó ahí el setenta por ciento de los migrantes. En la pequeña isla de apenas seis mil habitantes, se encuentra un centro de acogida que puede recibir a 400 personas, pero últimamente hay por lo menos dos mil. La presión migratoria se ha intensificado debido a los múltiples conflictos en el Continente Africano, a calamidades naturales y crisis económicas. En las últimas semanas de septiembre, a Lampedusa, que representa la primera frontera europea en el Mediterráneo, llegaron la jefa del gobierno italiano de extrema derecha, Giorgia Meloni, acompañada por la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, y el presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella, acompañado por el presidente de Alemania, Frank-Walter Steinmeier.
Lo que quedó claro es que Italia necesita a la Unión Europea para solucionar la actual crisis migratoria, pero las recetas no son unívocas. El gobierno de Giorgia Meloni ha propuesto la amplificación a 18 meses del tiempo de retención de los migrantes en los centros de acogida y la apertura de nuevos centros en 12 regiones italianas con capacidad de cincuenta a 200 migrantes, considerados “peligrosos”. La idea de fondo es que sólo podrán quedarse los migrantes con derecho a asilo, es decir, personas procedentes de países con dictaduras que pueden alegar persecución política. Según Francia, hay que expulsar inmediatamente a los que no pueden obtener el asilo, pero aclaró que está dispuesta a recibir parte de la carga en caso de que obtengan el estatuto de refugiado. Por lo pronto, ha intensificado la vigilancia y los controles en la frontera con Italia, pasando de quinientos a setecientos agentes.
El presidente alemán, por su parte, afirmó que tanto Italia como Alemania han alcanzado su límite, por lo que se necesita un reparto justo en Europa, y una intensificación de los controles en las fronteras. A Alemania han llegado en el último año sobre todo ucranianos. Por su parte, tras la visita a Lampedusa, la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, anunció un plan europeo de diez puntos para contener la migración, que prevé, entre otra cosas, acuerdos con los países de procedencia.
Mientras que Giorgia Meloni pidió que la crisis migratoria figure entre los temas de la cumbre de la Unión Europea en el mes de octubre, organizaciones internacionales critican las medidas adoptadas hasta ahora de recetas viejas y fallidas.
Por su parte, Marsella fue el marco del tercer encuentro sobre el Mediterráneo, que culminó con la presencia del papa Francisco, quien pidió a los gobiernos europeos una política conjunta responsable para que el Mare Nostruum, como se le conoce al Mediterráneo, no se vuelva el Mare Mortuum, y Europa no provoque el naufragio de la civilización y de la humanidad. Tan solo este año desaparecieron en sus aguas 2.178 personas, según la Agencia para Refugiados de las Naciones Unidas. La solución, dijo el papa, no es rechazar al migrante, sino lograr aumentar las acogidas regulares y legales dependiendo de la posibilidad de cada país.