Paola Longoria, el éxito como un estilo de vida

LA ENTREVISTA

Entrevista realizada por: Jorge Lerdo de Tejada

La disciplina ha sido una gran aliada para alcanzar las metas de la raquetbolista número uno del mundo, pero nada se compara con su capacidad de reponerse de los tropiezos.

“Mejor Atleta de Todos los Tiempos” Al ver la seguridad con la que Paola Michell Longoria ejecuta cada movimiento que lleva a cabo en la cancha de ráquetbol y la manera en que se transforma al entrar a esa pista de cuatro paredes, en la que, a decir de su familia, su rostro es similar al de un tigre al acecho, pocos se detienen a pensar cuál es el camino que ha recorrido para ser reconocida como la octava “Mejor Atleta de Todos los Tiempos” en la historia de los Juegos Mundiales.

Desde muy pequeña se inclinó por los deportes. Jugó tenis, squash, fútbol, básquetbol y practicó Tae Kwon Do, natación, gimnasia, ballet y, por si fuera poco, también fue porrista. Sin duda alguna, en cualquiera de estas disciplinas, gracias a su exitoso método de liderazgo, hubiera destacado. Pero fue el ráquetbol la actividad que eligió para llegar lejos, después de descubrir que era similar a un “deporte extremo”, por el nivel de exigencia que requiere.

“Es ahí donde toda esa explosión de energía sale a flote, el lugar en el que pudo canalizar toda esa adrenalina que desde pequeña la caracterizó”, comenta su madre Leticia López, quien fue un factor crucial para desarrollar en Paola un pensamiento hacia la excelencia. “Recuerdo que cuando yo iba a tener un examen en la escuela, mi mamá me hacia contestar un cuestionario de 1,000 preguntas. Era la forma de asegurar que tendría la más alta calificación”, comparte la raquetbolista.

A los 8 años, Paola tuvo la primera oportunidad de representar a México en un torneo internacional. Fueron sus primeros maestros de apellido Galina, del Club Libanés Potosino, en San Luis Potosí, quienes la impulsaron a ir a competir a Los Ángeles, California. Ella vivió esa primera experiencia como un premio, pues su pasión al salir de la escuela y terminar su tarea era correr al club, donde dio sus primeros golpes a una pelota con una raqueta.

En retrospectiva, la deportista de 32 años considera que parte de su secreto de éxito fue justo tener la vocación para luchar por la causa que ella amaba, pues de esa forma ningún obstáculo fue lo suficientemente grande para cumplir su sueño. Y dicho sea de paso, considera Paola, se avanza mejor cuando vas acompañado. En su caso, por su familia y sus entrenadores.

Como le sucedió a ella cuando tenía 18 años, después de haber perdido el US Open, y que en ese entonces su entrenador la dejó ir sola a Estados Unidos, literal, antes de abordar el avión. La razón: al ver que la raquetbolista comenzaba a obtener una cadena de triunfos, el coach le exigió a su papá, José Longoria, otro tipo de condiciones para seguir entrenándola.

Después de ese partido, y totalmente desconcertada, Paola, con tan solo 18 años en ese momento, no sabía si continuaría avanzando profesionalmente, y fue en parte por su misma necedad de continuar, que se acercó en los mismos baños donde tuvo lugar ese encuentro internacional a la reconocida entrenadora Fran Davis, a quien le propuso trabajar de la mano y adaptarse a su método aprendizaje. El sí no fue sencillo. La coach de atletas de alto rendimiento le pidió primero conocerse más e ir a Seattle para tener los primeros acercamientos con su estilo de trabajo.

A partir de ahí, todo fue una nueva historia de reconocimiento internacional, con impactos hasta el día de hoy. En 2007 ganó su primer Grand Slam, siendo la primera mexicana y jugadora más joven en obtenerlo. De 2011 a la fecha, ha ganado en 10 ocasiones consecutivas el US Open del Ladies Professional Racquetball Tour.

En 2010 y 2014 obtuvo el Premio Nacional del Deporte, y un año antes, en 2013, la revista Forbes la seleccionó como una de las 50 mujeres más influyentes de México. Además, por seis años consecutivos ha estado rankeada como la número 1 en su disciplina, en la que acumula 116 títulos.

A Paola no le aburre ni ganar ni entrenar por más de seis horas diarias al día. No es que no realice otras actividades, pero su deporte le apasiona y siempre termina tomando una decisión relacionada con él. El ejercitamiento que realiza para ser la mejor de su ramo no solo es físico, sino también mental. Cuenta con el apoyo de una psicóloga que le ayuda a enfocarse en lo realmente es relevante dentro y fuera del ámbito deportivo.

La fortaleza mental ha sido crucial para salir adelante en momentos difíciles, como cuando era porrista y en una caída se fracturó el coxis a tal grado, que tenían que ayudarle a bañarse, lo que la orilló a abandonar el deporte por varios meses. “Un doctor me llegó a decir: ‘tú ya no vas a poder jugar ráquetbol, pues la posición de estar agachada te afectaría’. Pero toda mi energía la comencé a centrar en la rehabilitación. Y aquí estoy”.

Algo similar le ocurrió cuando a los 23 años, a mitad de su carrera, presentó un esguince de tercer grado y no podía manejar un auto o desplazarse con facilidad a otros sitios. Pero no es lo único que le ha sucedido. También ha recibido pelotazos en los ojos, causándole derrames internos, y golpes con raquetas. “Llegué a tener maestros que me decían: ‘la pelotita no te va a dejar nada’, pero yo seguí dando lo mejor de mí”.

También ha tenido que enfrentar el racismo. Estando en Estados Unidos, una comisionada del tour profesional le advertía que cuando ella se fuera se quedaría una americana como la número uno, pero esto lejos de bajarle la moral, lo convirtió en un aliciente para demostrar que como mexicana podía también llegar a la máxima cumbre del ráquetbol. Así lo hizo combinando el amor por lo que hace con la fortaleza mental que se requiere para superar los obstáculos. “Caerme y tropezarme me ayudó a conocer hasta dónde podía yo llegar, y construir a partir de ahí”, dice Paola.

Una de las máximas lecciones que le ha dado la vida es que para ganar hay que aprender de las derrotas. Como le sucedió durante su estancia en Estados Unidos, donde perdía un encuentro tras otro, lo que la llevó en un momento a pensar que no tenía el talento para estar en una liga profesional, pese a tener ahí largas horas de entrenamiento, una dieta rigurosa y sacrificar su vida lejos de sus seres queridos.

“Mi mamá me decía: ‘no Pao, ve a tus ídolos, a Michael Jordan. ¿Tú crees qué él no paso por lo mismo?, ¿crees qué se convirtió en el mejor basquetbolista de un día para otro?’. Y sus palabras me daban aliento”.

Hoy Paola no solo es la mejor del mundo en su disciplina, sino también es graduada de la carrera de Ingeniero Mecánico Administrador y cuenta con una maestría en Ciencias Sociales por la Universidad Autónoma de Nuevo León. En 2012 causó alta en el Ejército con el grado de Soldado Auxiliar Oficinista logrando un ascenso para ser Cabo Profesor de Educación Física.

“Soy de la idea de que las medallas se ganan en los entrenamientos; en la competencia se va solo a recibirlas”, concluye Paola.